Piketty
Piketty: “Un impuesto global al
capital no debe esperar a un gobierno mundial”
Piketty: “Un impuesto
global al capital no debe esperar a un gobierno mundial”
El economista francés
especializado en distribución de la renta defiende que la imposición de un
gravamen a los grandes patrimonios no es una utopía
ENTREVISTA DIARIO EL PAÍS
Thomas Piketty. / Consuelo
Bautista (EL PAÍS)
Hace un año el profesor
Thomas Piketty —director de estudios de la parisina École des Hautes Etudes en
Sciencies Sociales— publicó el más famoso libro de análisis histórico-
económico desde el inicio de la crisis, “Le capital au XXI siècle”. Ahora sale
al mercado traducido al catalán (RBA) y muy pronto al castellano. Brillante en
la discusión como en la redacción de sus 970 páginas, Piketty se ratifica y
profundiza en sus fórmulas contra la desigualdad.
Pregunta. ¿Le ayudaron
las críticas a mejorar su enfoque?
Respuesta. ¿Cuáles?
P. Las del
Financial Times, por ejemplo, que discutían sus bases estadísticas.
R. Las contesté
punto a punto. Fue una cosa más bien simpática, dieron a conocer mi trabajo. No
deberían tener miedo de mi libro, no tengo una agenda oculta. Sólo soy un
investigador, apoyado por un extraordinario equipo, que quiere contribuir a la
transparencia para limar los desequilibrios económico-sociales mundiales. Yo no
he inventado las fortunas, los patrimonios, las crecientes desigualdades. Nadie
puede negar el carácter agudo de la desigualdad, que vuelve tras una larga
temporada en el siglo XX en que se había logrado amortiguarla, en parte gracias
a la introducción de una fiscalidad progresiva.
P. No introduce
revisiones.
R. Me atengo al principio
de la desigualdad formulado en mi libro con la ecuación comprobada según la
cual las rentas del capital siempre superan al crecimiento económico, nadie ha
podido argumentar lo contrario. Los patrimonios, inmobiliarios, industriales,
bursátiles y financieros aumentan mucho más rápido (y los más altos, mucho más
deprisa) que las otras rentas, basta con que dediquen un porcentaje al ahorro,
para que se reproduzcan.
P. Ciertos
ultraliberales y parte del mundo financiero le temen.
R. Si mi libro
inquieta es porque mi perfil no es el de un militante de extrema izquierda,
sino el de un científico. No me mueve la atracción del poder. Cuando cayó el
muro de Berlín yo tenía 18 años, nunca tuve tentaciones comunistas, creo
bastante profundamente en la propiedad privada y en las fuerzas del mercado,
pero también en que hay que reducir las desigualdades del capitalismo, al
servicio del interés general. Mi generación es la primera que no conoció la
guerra fría. Si algunos viven instalados en ella, es su problema, no el mío.
P. Su principal propuesta
contra el retorno de la desigualdad es establecer un impuesto global y
progresivo sobre el patrimonio a nivel mundial...
R. ... Y también la
difusión de la educación y la inversión en el conocimiento, que son
probablemente los mecanismos más decisivos para la reducción de desigualdades.
P. Su impuesto
mundial al patrimonio, ¿no es utópico, ingenuo?
R. ¿Por qué? El mundo
acabará yendo en esta dirección. Se pueden ir dando pasos hacia él, peldaño a
peldaño, en Europa por ejemplo, sin que tengamos que esperar obligatoriamente
al advenimiento de un Gobierno mundial en la suposición de que sin él no pueda
avanzarse nada.
P. A pasos
pequeños los procesos se eternizan.
R. Mi propuesta no inventa
nada en el vacío. Parto de que la mayor parte de los países han instaurado
potentes impuestos sobre la propiedad inmobiliaria, las property tax. Pues hay
que modernizar el esquema y transformar esos impuestos en un impuesto
progresivo, y global, que grave todos los distintos activos patrimoniales
netos, puesto que se han ido diversificando. Eso permitiría suavizar la
fiscalidad a una inmensa mayoría de la población. Fíjese como en el Reino Unido
los laboristas incrementaron la progresividad del impuesto sobre las
transacciones inmobiliarias, pero luego los conservadores, no solo no la
suprimieron, sino que incluso lo incrementaron. Es algo concreto, nada utópico.
P. Pero no muy frecuente.
R. Estamos en un período
histórico en que los patrimonios soportan muy bien una mayor presión. España es
un caso impactante. La riqueza patrimonial privada es de un nivel altísimo,
supone entre siete y ocho veces el PIB. Sería una locura no pedir a esa riqueza
un poquito más de contribución.
P. Usted ha calculado que
con ese impuesto la UE podría recaudar un 2% de su PIB, lo que equivale a dos
ejercicios presupuestarios, y se acerca al paquete de 300.000 millones de euros
de inversión propuesto por el presidente Jean-Claude Juncker para relanzar la
economía europea.
R. Los patrimonios pueden
afrontar fácilmente esa cuantía. Si las grandes fortunas crecen anualmente
entre un 6% y un 8%; un impuesto de un 1% no sería confiscatorio, ni mucho
menos.
P. Para ponerlo en
práctica está el obstáculo de la evasión fiscal, difícilmente salvable..
R. La ventaja de la UE es
que, si quiere, puede hacer respetar sus decisiones. Hace cinco años se creía
intocable el secreto bancario suizo. Bastaron las sanciones de EE UU en algunos
casos para que Suiza siguiese la corriente general, porque EE UU suponen un
cuarto del PIB mundial. Pero la UE también tiene ese peso. Si ponen sanciones,
se les respeta. Lo único triste es que los Veintiocho tuviesen que esperar la
actuación de Washington; pero veámoslo desde el optimismo, contra el pesimismo
de que nada cambiaría jamás, las cosas pueden cambiar, y de hecho cambian.
P. Pero tardamos 14 años
para la primera directiva sobre fiscalidad del ahorro.
R. Era inútil.
P. Y arrastramos la Tasa
Tobin [sobre las transacciones financieras] entre miles de vericuetos procesales...
R. Es que técnicamente es
muy complicada, más complicada que el impuesto mundial sobre el patrimonio.
Que, además, introducirá más transparencia financiera, se sabrá el origen de
cada elemento de capital.
P. Se necesitará mucha más
cooperación internacional.
R. No dejemos escapar el
nuevo tratado UE-EE UU, el TTIP, para introducir mayor justicia fiscal y mayor
transparencia financiera. No nos limitemos a completar la liberalización
comercial: las opiniones públicas tenderían a rechazarlo. Si desaprovechamos la
oportunidad de incorporar el capítulo impositivo, entonces será mucho más
difícil hacerlo por la vía bilateral de cada país. Y no olvidemos que ambos
bloques representan conjuntamente el 50% de la economía mundial.
P. ¿Cómo relanzar la economía
de la UE?
R. Creo más en la
eurozona. Debemos tener un presupuesto para el área euro y un Parlamento propio
de la eurozona. Con las instituciones actuales, con el Consejo Europeo tan
intergubernamental, no iremos muy lejos. Debemos dar un salto importante, hacia
la mutualización de las deudas públicas nacionales, hacia la unión fiscal,
hacia la preponderancia de la inversión por encima de la preocupación sobre el
nivel del déficit presupuestario. Ahora el Consejo Europeo habla de todo eso,
pero no hace nada.
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